viernes, marzo 31, 2006

Mi hermana pequeña irlandesa

Estoy algo eléctrico. No debería porque es ya muy tarde, he salido de casa a las 8.45am y he vuelto hace un rato, cerca de las 11pm, todo el día y parte de la noche ocupada con temas relacionados con el trabajo.

Como lo mío va de cambiar el mundo, el pequeñito, el que tengo cerca, y mi trabajo me gusta justo porque va en esa línea, además de permitirme el conocer a un montón de gente, no me cansa. Sin embargo, hoy han sido demasiadas horas, incluídas unas cuantas en coche. Debería estar cansado, no eléctrico y verborreico perdido.

Estaba hablando por teléfono, en una de esas conversaciones infinitas que no van, a propósito, a ninguna parte, porque eso es lo que más me gusta, charlar jugando con las palabras, inventado un lenguaje nuevo y riendo la mitad del tiempo; y mientras hablaba y hablaba sin destino conocido, también me preguntaba a qué se debía estar así, imparable, creciéndome por momentos.

“Este chaval se droga”. Pues sí, ya he escrito en alguna ocasión sobre la droga de la alegría, entre otras cosas, compuesta de minutos y minutos al teléfono. Hoy también influye el té con leche de después de comer. Posiblemente sea ese el principal motivo, porque cualquier droga excitante como el café y el té suelen animarme mucho más de lo normal. Me afectan, casi siempre, positivamente.

E hilando, hilando, el día ocupado con las horas verborreico y la alegría con la teína, he llegado al suroeste de Irlanda, a Cork, ciudad donde pasé 4 semanas cuando tenía 21 años.

Mi viaje a Irlanda fue el principio de muchas cosas, por ejemplo, medio descubrí mi afición a viajar y conocer sitios y gente de todas partes. También empecé a beber té con leche, con mucha leche, todos los días. De las bottles de sidra Bulmers [bulmers.ie] en vasos enormes, con agujero y mucho hielo, ya ni hablo, porque casi tendría que empezar otro blog para narrar esas historias.

Me lo pasé estupedamente en Cork [irelandphotography.com], una ciudad sin ningún atractivo al suroeste de una isla, Irlanda, antiguamente estercolero y patio trasero de UK, hoy ejemplo de desarrollo tecnológico.

Me lo pasé realmente bien yendo a clase tres horas cada mañana, comiendo mi lunch y parte del de los demás a las 12.30 enfrente de la escuela, viendo carritos de la compra bajando por el río Lee, saliendo por ahí cada noche tras quedar a las 10pm enfrente del centro comercial, visitando castles, haciendo de actor porno en los role-play de nuestro profe Allan “George Clooney”, leyendo los emails cachondísimos de mis colegas vigueses (qué buenos!), haciendo viajes locos en coches locos con conductores locos y compañeros/as locos/as... Todo era cojonudo y disfruté cada minuto, incluso los de la típica morriña de un irremediable vigués-coruñés, por aquel entonces, todavía mucho más vigués que cualquier otra cosa.

Por otro lado, a ratos también me comporté como un verdadero gilipollas. No sé muy bien porqué, supongo que porque a veces lo soy, o lo era. Hubo un par de tías a las que no traté demasiado bien. Una incluso me tildó de cabrón, con bastante mala leche y algo de razón. Sería muy largo y comprometido explicar con detalle los motivos, tardaría horas hablando y siglos escribiéndolo, casi tanto como lo mucho que pensé en su momento por qué carallo me había comportado así con ellas, hasta encontrar una respuesta, guardada ya en algún rincón de mi memoria.

Me acuerdo de casi todo el mundo, pero de casi ningún nombre: Xabi el navarro, los hermanos madrileños César y Juan “mi vaso tiene agujero”, los primos Isra y Ana de Almansa, Natalia de Málaga, Ana mi hermana pequeña de Palencia... Hay muchos otros Spanish y algún foreigner a los que pongo cara, pero no nombre.

Fiestas, más fiestas, situaciones de película de adolescentes borrachos, malas carreteras, clases divertidas, clases aburridas, películas con mi familia irlandesa, música, paseos bajo la lluvia y días de Sol españoles, historias y más historias...

Hay una persona en particular, otra tía más, con la que también fuí un gilipollas, a la que sé que un día me volveré a encontrar. Mi hermana pequeña irlandesa, de Palencia, estudiante de psicología y juerguista salmantina, fue mi mejor amiga durante esas semanas. A la media hora de despedirnos con mala cara en el aeropuerto de Madrid, cuando los hermanos madrileños vinieron a buscarme, sabía que me iba a arrepentir muchas veces de no haber anotado su teléfono o su email, de no haber dicho hasta luego en lugar de adiós.

Recuerdo perfectamente cuando la conocí, a los 5 minutos de aterrizar en Cork, rodeados de un ciento de hormonas con patas de 13 a 16 años. Llevaba unas botas de esas salidas de algún bicho asesinado por Cocodrilo Dundee y un pendiente en la lengua. En cuanto me dijo que tenía en su lista de pendientes visitar Australia supe que nos llevaríamos bien. Como mi family irlandesa no apareció para recogerme, acabé cenando con la suya: Sean, mujer e hija pequeña. Esa misma noche acabamos charlando hasta las tantas irlandesas, contándome ella sus intimidades sentimentales y yo mis medias verdades creadas on the fly para la ocasión.

Lo cierto es que si la viese ahora no la reconocería, posiblemente le faltaría el pendiente en la lengua y las botas de imitación. Ella tampoco vería en mí mi chupa de chapa (cuero), perdida en Málaga, ni mis andares nocturnos de chico gilipollas por primera vez en el extranjero. Seríamos dos extraños, como lo éramos en muchos sentidos entonces, pero con casi seis años más y muchas más historias para no dormir.

Sin embargo, siempre he tenido la sensación de que volvería a encontrármela, como la sigo teniendo ahora. Sé que nos daríamos un abrazo y par de besos de esos que se da la gente que se tiene cariño. Al fin y al cabo, sigue siendo mi única hermana pequeña irlandesa.


jueves, marzo 30, 2006

La cinta

Éste es un post para vosotras, para las lectoras de mi blog. Aquí sois más que ellos, los lectores. Os voy a contar algo que ya sabéis, no pretendo enseñaros nada, sólo ponerlo de manifiesto una vez más.


Soy un tío, según el estereotipo, repetido una y mil veces, da igual los años que tenga, soy simple e infantil. Eso decís, no solo de mí, sino del 99% de los tíos del planeta. El otro 1%? Pues no sé, posiblemente son demasiado infantiles como para ser simples (hay algo más complicado, enigmático y sorprendente que un niño/a pequeño/a?), o demasiado simples para ser infantiles. Yo escribo sobre el 99%.


La realidad, a los tíos nos educan para comportarnos de una determinada manera. No, no os preocupéis, no voy a hablar del rol masculino/femenino de cuando somos niños, vestidos de color rosa y muñecas y cocinitas para ellas; y ropa azul, balones de fútbol y argamboys para ellos. Este post va de condicionamiento, de educación, sí, pero no a los niños, sino a los que ya nos hacemos “hombres”.


Entre una de las tantas clasificaciones “blanco/negro” de las que hago, hay una de tíos que va muy bien para esta historia. Por un lado, están aquellos que saben lo que tienen que decir y lo dicen y, por otro, los que saben lo que tienen que decir y, sin embargo, dicen lo que piensan. Ninguno es mejor que otro, simplemente son distintos. Extrañamente, existe también una tercera clase: el tipo de tío que no se atreve a decir lo que sabe, ni tampoco lo que piensa. No os preocupéis, no hay mal que cien años dure, se le acabará pasando para convertirse en uno de los dos anteriores, o se morirá sin que os deis cuenta siquiera.


Nos habéis educado para deciros lo que os gusta oir. Sí, ya sé, ya sé, vosotras no habéis hecho nada de eso. Claro, no es algo planificado o consciente. Es una consecuencia simple del aprendizaje por prueba y error. Algo simple para mentes simples, como los chimpancés de los documentales científicos de “La 2”: Si pulsando el botón azul cae un plátano, y pulsando el rojo da calambre, después de muchos calambrazos y algún platano, incluso los tíos aprendemos a pulsar siempre el roj... digo, el azul.


Este condicionamiento simple no funciona al 100%, porque las tías no sois tan simples como nosotros, y a veces tanto el rojo como el azul dan calambre, y otras salen 5 plátanos en lugar de uno pulsando el rojo, pero la normalidad, en la mayoría de las ocasiones, el azul nos da una alegría y el rojo una reprimenda. Hay mucho masoca y científico loco en prácticas por ahí suelto, pero a casi todos nos gusta lo del botón azul.


A estas alturas, pasados con mucho los veinte años, todos sabemos cómo se juega. Tanto vosotras como nosotros, los infantiles y simples. Nadie sabe quien ha puesto las reglas, ni de dónde habrán salido, pero todos las seguimos. En esto del juego de la seducción, está casi todo inventado. Nosotros decimos lo que tenemos que decir, lo que queréis oir, y vosotras fingís no saberlo ya, no haberlo leído en el librito ese de bolsillo que os facilitan siendo algo más pequeñas, con “mensaje tipo número X”, “mensaje tipo número Y”, etc.


Tengo un amigo, desde hace muchos años, que hace no tantos llevó a cabo una hazaña difícilmente igualable: liarse con más de 30 tías distintas en un año escolar, es decir, de octubre a junio. Si fuera una tía sería una guarra, claro, pero siendo un tío era una especie de héroe contemporáneo, esto también lo sabemos todos. No digo que yo lo secunde o piense, sólo reflejo una realidad conocida.


Mi amigo no era muy guapo, ni tampoco feo, ni muy alto, ni atlético o musculoso. Tampoco le faltaba pelo o tenía cicatrices de la guerra de Vietnam en la cara. Era un tío "normal", nunca podría ser seleccionado para representar a Errrspaña en un concurso de guapos, ni tampoco le ofrecerían viajar con un circo para asustar a los niños en las sesiones de tarde. Su fórmula del éxito era muy simple, como somos todos, tenía una cinta.


Lo de tener la cinta es algo muy común. Se graba un día, después de unos cuantos fracasos y otros tantos éxitos, y luego se le da al play cada noche. Dura algo menos de 15 minutos, porque si durase más, dejaría de ser una cinta para no dormir solo, para convertirse en una para ser amigos para siempre y, a partir de cierta hora de la madrugada, es más probable que nos apetezca no dormir solos que hacer amigas para toda la vida. A vosotras os suele pasar lo mismo, por suerte coincidimos en algo.


Por supuesto, la misma cinta no funciona con todo el mundo, aunque cada tío solo tienen una, no olvidemos que son simples. Lo importante no es una efectividad del 100%, sino que sea efectiva de alguna forma, la que sea. Qué se graba en ella? Pues muy fácil, lo que os gusta oir, lo que les habéis enseñado, lo del botón azul y el botón rojo, nada más.


Hasta ahora nada nuevo, verdad? Todo esto ya lo sabíais, claro que sí. Lo que me preocupa, queridas amigas, es que a pesar de saberlo, sigo viendo en alguna de vosotras la misma teórica candidez de antes de haber leído el libro de bolsillo aquél, donde salen los mensajes típicos, los presentes en cualquier cinta. Alguna, y eso me preocupa, se va a llevar un disgusto como cuando tenía menos de 20 años y se creía todo ese “amor” infinito de media hora.


Lo digo porque en los últimos meses, desde que aterricé a California hasta ahora, por motivos varios, he estado más tiempo con tías que con tíos. He escuchado multitud de historias de “amor”, de diferentes nacionalidades, con visión femenina. A lo mejor porque he aprendido a escuchar, o tal vez porque ha coincidido así.


Si me diesen un dólar por cada vez que he oído de una mujer eso de “Está locamente enamorado de mí”, o el “No quiere estar con nadie más que conmigo”, o similar... No me haría rico, tampoco voy a exagerar, pero sí me podría pagar una buena panzada de sushi en algún restaurante de San Diego, por citar algo que hecho de menos.


A ver, tías, ya sé que a todos/as nos encanta que nos digan eso que nos gusta oír, pero a estas alturas ya tendríamos que saber distinguir entre un playback de cinta grabada y una actuación en directo, o no? En estos tiempos, posiblemente se haya cambiado la cinta por un CD, DVD, o MP3 d'esos, con mayor calidad de "sonido", pero el vacío tras palabras vacías es exactamente el mismo.


No nos condenéis todavía, al fin y al cabo, aunque no lo hayáis hecho a propósito, es también culpa vuestra. Los tíos somos simples, respondemos a estímulos sencillos, no somos totalmente inocentes, sólo parte del juego, al igual que vosotras. Basta con no olvidar que todo esto es un juego, con seguir las reglas con cabeciña para que casi nadie salga herido.


Yo reconozco no haber tenido nunca cinta propia, aunque he pedido una prestada alguna de esas noches en las que no me apetecía dormir solo, con resultados diversos. Eso sí, a veces dudo entre seguir siendo un chimpancé rebelde o... comprarme un iPod!

sábado, marzo 25, 2006

Mis próximos paseos


Disclaimer

Se informa a cualquier posible lector de que este post es inhabitualmente corto. Además:

  • No contiene material pornográfico ni erótico, por lo que no va alimentar vuestra imaginación enferma y calenturienta antes de iros a la cama.

  • No es gracioso ni divertido, por lo que no os hará reír, ni siquiera sonreir levemente.

  • No es emotivo ni intimista, podéis guardar los pañuelos.

  • No relata ningún hecho causa de vergüenza y/o sonrojo en quien lo escribe, así que tampoco os servirá para meteros conmigo.

  • No se devolverá el tiempo de lectura, en cash ni “especias”, a ningún lector o lectora descontento/a.

/Disclaimer


En muchas ocasiones habré comentado lo mucho que me gusta darme paseos (viajar). Lo ideal sería vivir en otros, variados, lugares durante unos cuantos meses e ir cambiando, porque es la única forma de entender de verdad cómo funciona el mundo más allá de lo cercano y conocido, además de tener otra perspectiva de lo propio. Sin embargo, tal y como se ha montado esto de la vida en el mundo moderno, es enormemente complicado compatibilizar ese viaje de aprendizaje multicultural con el adecuarse a las exigencias del día a día.


Mi experiencia más larga lejos de la Terriña fue la que dio lugar a este blog, allá por la Costa Oeste de Yankilandia, cerquita de México, durante 17 semanas. La primera, ¿6? años y medio antes, había sido de 4 semanas en el suroeste de Irlanda. Entre medias, 1 semana en Holanda, otra en Dinamarca y una más en England. A todos esos sitios me gustaría volver, pero también sigo teniendo un montón en mi lista de “pendientes”. Dar paseos, conocer sitios, es una droga, y yo soy un adicto públicamente declarado.


Desde que volví de California, hace poco más de 3 meses, he consumido drogas menos duras, como acercarme a visitar amigos/as dentro de Erssspaña, con el fin de semana extremeño y los Carnavales de Cádiz, y también visitado Málaga por temas de trabajo.


Para el resto del año, tenía pensado hacer algún viaje de 3 semanas, aprovechando mis vacaciones y la estancia de gente conocida al otro lado del mundo, visitando a Eva en China, o a mi hermanita durante sus hipotéticos 5 meses en Sidney. Afortunadamente, antes de tales tutes de horas interminables en aviones y aeropuertos, podré calmar mi mono con algún chute menos intenso.


No quiero gafar mis paseos los próximos 3 meses, así que no lo escribiré entre exclamaciones de alegría ni daré saltos virtuales entre las teclas: (probablemente) pasaré unos días en Bruselas a finales de mayo y otros tantos en la Costa Mediterránea a finales de junio. Ambos por temas relacionados con el trabajo y sin castigar prácticamente mi maltrecho presupuesto. Nunca os he contado lo mucho que me gusta mi trabajo?

sábado, marzo 18, 2006

La lista de la compra de un soltero en edad de merecer

Llevo viviendo solo algo más de un mes, más o menos desde mediados de febrero. Entre viajecitos, escapadas de fin de semana a Vigo y temas de trabajo, el tiempo efectivo en mi mi pisito coruñés será de unas 3 semanas, a lo sumo. Esto, sumado a que como fuera todos los días y no ceno demasiado, hace que vaya poco por el súper... Vale, no sigo construyendo la excusa, pero de alguna forma tenía que intentar justificar mis paseos infinitos en el Carrefour.


La realidad, conocida, es que soy un “poco” despistado. O mejor dicho, me cuesta prestar atención a las cosas banales y sin importancia, como ir de compras, conducir para ir de un sitio a otro, etc. Si me dejan, me pierdo en mi casa, por lo que en un hipermercado lleno de pasillos idénticos e interminables, la suerte está echada mucho antes de siquiera haber pensado en empujar el carrito.


En serio, alguien sabe dónde está la sal en (algún) Carrefour? Venga ya! Creéis que lo sabéis, pero la realidad es que no tenéis ni idea. Compráis sal cada 3 meses, tiempo más que suficiente para que los pérfidos responsables de la organización de las estanterías hayan cambiado su escondrijo a cualquier otra parte 100 veces. Esa una de las claves de cualquier organización de venta masiva que se precie: esconder las cosas de necesidad básica, de forma que tengamos que caminar kilómetros para encontrarlas. Y por el camino, con nuestro cerebro ya falta de lucidez y energía, vayamos cayendo en las diferentes tentaciones que nos muestran sin pudor ni vergüenza en cada esquina.


Después de recorrer el laberinto a izquierda y derecha, arriba y abajo, cuando llego a la caja, justo antes de casi caer rendido, únicamente con la energía necesaria para apoyarme sobre el carrito hasta el coche, he comprado de todo menos sal: 4 yogures bio con frutas, 1 botella de vino de más de 6 €, 3 paquetes de chocolate con y sin almendras, 1 pack de embutidos, 2 paquetes de salmón ahumado, un cuarto de queso de oveja, media docena chuletillas de cordero... joer, qué a mí no me gusta el cordero! A ver, quién ha metido esas chuletillas en mi carrito?

  • “Señor, quiere usted dejar las chuletillas?”

  • “No, no te preocupes, mejor déjalas (algo tendré que comer...) ”


En mi caso, como es obvio, la cosa es todavía más grave, porque cometo el terrible error de ir a comprar cuando ya no queda nada en mi nevera, sin una idea concreta de qué echar en el carrito, con el simple objetivo de no morir de inanición antes de volver a casa de mamaíta un fin de semana, y cebarme para aguantar el “resto del invierno”, es decir, hasta quince días después. Soy presa fácil de los hipermercados, y por eso intento evitarlos apostando por el súper de la esquina.


Sin embargo, lo malo del súper Dia de la esquina, además de no cobra con tarjeta de crédito, es que cierra a las 9, hora a la que yo suelo estar todavía en clase (Advanced Business Communication, por eso de no perder mi English con acento californiano), por lo no puedo sino ponerme el traje de maratoniano y concienciarme para empujar el carrito durante unos kilómetros.

Con todo, perderse en este laberinto también tiene sus ventajas, porque en lugar del Minotauro, normalmente me voy encontrando con gente conocida. Voy saludando a unos/as y otros/as y nos contamos nuestras vidas desde el último encuentro ante el mostrador de quesos, con lo que me ahorro una pasta en llamadas de teléfono.


Hoy, en mi nevera sólo quedan un par de franciscanas, 4 salchichas, medio bote de tomate natural, algo de zumo de naranja y unos kiwies. Necesito ir de compras. Lo haré, porque sé que puedo ser más fuerte y listo que ellos, puedo vencer a la tentación de los artículos expuestos en las esquinas de cada pasillo. Voy a pasar de la sal y entraré en el laberinto con una lista de la compra a modo de mapa espiritual, además de ir tirando miguitas de pan por donde vaya pasando para no perderme.


La lista de la compra de un soltero en edad de merecer:

  • 1 paquete de 12 preservativos tamaño XXL.

    Nunca he sido bueno en manualidades, pero con algo de paciencia, unas tijeritas y un bote de buen pegamento tendremos 24 condones de tamaño adecuado, habremos quedado estupendamente ante la cajera y tendremos una cajita a dejar bien visible en cualquier parte del pisito, decorando con buen gusto.

    Ya lo sé, es un alarde de experto soltero y gestor eficiente, supongo que ya lo habréis anotado en vuestro librito de consejos prácticos a no olvidar, pero no me alabéis todos a coro, que me pongo rojo, ya sabéis lo modesto que soy para estas cosas...

  • 1 botella de vino tinto de más de 6 €.

    Como siempre acabo comprando alguna, he pensado en ir montando poco a poco una bodeguilla en el salón, como la de Felipe González en La Moncloa, pero sin los bonsais.

  • 1 escoba.

    Después de 1 mes en casa, ya va siendo hora de comprarle una parejita a la fregona. Ella no ha acabado de congeniar con el cubo que ya estaba en el piso, así que verá con agrado la llegada de su nueva compañera de chismes y cotilleos.

    Lo dicho, tras 2 semanas, compré la fregona por culpa de las pérdidas de agua de la lavadora, pero ahora va siendo hora también de barrer un poquito.

  • Comida.

Qué? A qué es buena mi lista? Carrefour, allá voy!

miércoles, marzo 15, 2006

El fútbol es así

¿A quién no le gusta el fútbol? Bueno, a mí sí, no soy un fanático pero me gusta, sobre todo porque acostumbro a jugarme unas cuantas cenas al año con diversas cuestiones de la Liga de Fútbol Profesional [lfp.es] de por medio.


Me informo sobre el mundo del fútbol, sobre todo porque sólo hay una cosa peor a perder una cena conmigo, que soy un tragón con un más que notable “saque” comiendo fuera de casa, y es perderla con mis amigos, no tan tragones, pero con un excelente saque, pase, remate... lo que haga falta, cuando se trata de cenas que pago yo.


No nos engañemos, el fútbol es el deporte nacional. Cada españolito, con honrosas, pero escasas, excepciones, es el “hombre que más sabe de fútbol de este País” (perdón Bouzadita, no se dice este país, se dice Errrspaña!). Cada uno de los españolitos, y cada vez más españolitas, de a pie es un seleccionador nacional en potencia, un científico del rodar del balón sobre el césped, un crítico afamado y cruel de la última actuación del gordito Ronaldo de turno, un lector incansable y sagaz de la bibliografía existente, en fin, un estudioso intelectual de la filosofía y maneras del bien llamado “Deporte Rey”...


Por algo todos los políticos y personajes populares, o populistas, utilizan metáforas futboleras cuando quieren ridiculizar las propuestas de otros, porque ese lenguaje, el futbolístico, más allá de la retórica política o los discursos literarios, es el conocido/entendido por todos. De fútbol todo el mundo sabe, todo el mundo opina y, lo más importante, todo el mundo tiene razón.


Y tras este preámbulo o largo inicio, tal vez engañoso, como de costumbre, no puedo negar que no quiero, hoy al menos, escribir sobre fútbol. Esto lo dejo para cuando se confirmen matemáticamente las cenas (2) que voy a ganar (sí, soy un inmodestísimo apostador) a final de temporada... Voy a servirme de este lenguaje universal para “metaforear”, al igual que hacen los populares y/o populistas.


Un “futbolista profesional” quiere jugar siempre. Por mucho que cobre, a nadie le gusta estar en el banquillo o en la grada. Cuando se lesionan, lógicamente no les gusta ver a otro en su puesto, porque saben que podría arrebatárselo por siempre, pero lo aceptan al no quedarles otra opción. Sin embargo, cuando el “entrenador” de turno decide cambiarlos, conformar el equipo utilizando a otro, y sentarlo a uno con el resto de suplentes, o incluso junto al público, tan solo dedicado a mirar y morderse las uñas, pero sin poder golpear el balón, la cosa es muy distinta.


Chavales, “futbolistas” todos, a ninguno nos gusta que nos cambien, el banquillo y el palco del público es para los otros, porque ser suplente, en según que cosas, no es bueno para la salud ni para el amor propio. Por desgracia, en el equipo sólo entran once, y el “entrenador”, al final, es el que decide. Es el mejor cuando acierta con uno, y un ignorante cuando se equivoca poniendo a cualquier otro.


Por muchas, o pocas, explicaciones que pueda darnos, todos queremos jugar, somos egoístas y posesivos, nos creemos, o nos gustaría ser, el mejor en nuestro puesto. Además, si nos equivocamos, queremos otra oportunidad, si nos lesionamos, queremos tiempo para recuperarnos... No es el “dinero”, no es el “deporte”, es el orgullo obligado de cualquier profesional.


Con todo, sin lugar a dudas, la peor situación posible para un “futbolista profesional”, es ser cambiado por otro que, a todas luces, menos en opinión del “entrenador”, no jugaría ni en el Alcoyano. Un tipo que no aceptaríamos para que nos lanzase el bidón de agua desde la banda. Ese tío, el que ocupa nuestro antiguo sitio, no jugaría ni aunque alineasen a 50 en vez de a 11, pero el “entrenador” decide, y a uno sólo le queda irse a luchar por un sitio a otro equipo o comerse las uñas como un gilipollas desde la grada.


En esta vida, la que a mí me gusta tanto últimamente, no se puede ser gilipollas (mucho tiempo). Siempre habrá algún equipo donde lo saquen a jugar a uno, aunque tenga que comerse las uñas de vez en cuando. Y si, a pesar de todo, es que no, ya sabéis lo que dicen: el fútbol es así, no hay enemigo pequeño...


Ya, ya lo sé, mis dos años federado en 3ª regional no me dan ni siquiera para hablar mucho de “fútbol”, ni para considerarme mejor que cualquier otro, pero es que yo quiero seguir jugando... El día menos pensado, me hago “entrenador”!

viernes, marzo 10, 2006

La presión de ser bloguero

En muchas ocasiones he sentido la presión del bloguero (mi palabro español para blogger). Cuando estaba en Yankilandia, tras 2 meses allĺí, algunas semanas no creía tener nada interesante que contar, pero tampoco quería dejar de “comunicarme” con mi gente al otro lado del Océano, así que dejaba fluir cualquier cosilla de mis dedos para seguir en “contacto”. Justo al volver, el diciembre pasado, cuando estaba preparando mis solicitudes para Stanford y el MIT, decidí dejarlo durante un tiempo, para no sentirme culpable al usar el poco tiempo del que disponía en escribir otra cosa que no fueran mis ensayos.


Esta presión es como aquella sensación de “esta semana no he llamado a mi mami” de los primeros años universitarios, o la mirada gacha a mi monitor del gimnasio cuando dejaba de ir algún día por partidos, exámenes o falta de ganas de levantar pesas. Se equipara a una obligación, motivando el sentimiento de culpa al faltar a un compromiso.


Al escribir esto, sobre este sentimiento, también de adicción a plasmar mi vida a través de esta botella a la deriva en Internet, contando historias no siempre divertidas, viviendo como cualquiera de vosotros en búsqueda de la felicidad, la fiebre del oro, el verdadero y casi único sentido de la vida, esa que a veces se reduce erróneamente a levantarse por las mañanas y seguir respirando...


Como decía, al escribir sobre esto, puede pareceros que lo hago porque no tengo nada más que contar, porque ya ha pasado una semana de mi última historia (límite psicológico), porque me siento obligado, bajo la presión del bloguero, a lanzar palabras al aire palabras aleatorias y ponerlas en orden de cualquiera manera, tal como aterrizan... No es así, y podría ser un error malgastar este socorrido cartucho, tan sospechoso de falta de creatividad, un día como hoy, sin necesidad.


Sin embargo, me apetecía. A pesar de poder hablar sobre quiénes conocen la combinación de colores de mis sábanas coruñesas y porqué; sobre cómo se puede uno indigestar de marisco, “envevenar” a unos clientes/visitas y vomitar en el coche mientras en el camino del hotel en la oficina, tras lo cual se pasan dos días sin ingerir alimentos sólidos...; sobre las peripecias de buscar un sitio donde den de comer un domingo después de las cuatro de la tarde por toda Coruña (no estábamos en Errspaña?, no se puede comer a cualquier hora?); sobre mis paseos de infinitos kilómetros jugando al escondite con la sal perdida, el vinagre esquivo y su colega el abrelatas en el macro-hipermercado; sobre las historias ajenas de la cartera desaparecida y recuperada años después, o las también ajenas de postales abandonadas en autobuses escandinavos que siempre vuelven...


La verdad, últimamente me sobran cosas sobre las que me apetece escribir en este blog, sean absurdas, más o menos íntimas, no propias, graciosas/ridículas/divertidas o faltas de talento, ese talento, el literario, por el que hubiera dado tantas cosas en una época lejana de mi vida, en la que me planteaba probar fortuna detrás de un procesador de textos, un pseudónimo y mucha ilusión.


Cuando surgió la idea de La fiebre del Oro. Buscando oro en California, tenía todo el sentido del mundo. Una vez que se me ocurrió ese título, algo de lo que estoy inmodestamente orgullo a pesar de lo obvio del mismo, todo fluyó de la forma más natural y asombrosa que se pueda imaginar. Lo que había sido concebido para relatar, a mis amigos vigueses, historias de cama en la hipotética y futurible bacanal sexual yankie, con todo el cachondeo y jolgorio de nuestras irrepetibles, desordenadas e irreverentes conversaciones sobre mujeres, relaciones y tonterías nocturnas, se convirtió al poco tiempo en algo absolutamente serio y dirigido a cualquiera que quisiera “escuchar”.


Gracias a escribir sobre la búsqueda del oro, repito, la búsqueda de la felicidad, ahora ya bajo el Puente de Rande, mucho más cerca de mi hogar vigués-coruñés, he conseguido contar y decir cosas que nunca hubiera sido capaz de otra forma.


Cuando pasaba mis días al otro lado del Atlántico, al borde del Pacífico, me servía para sentirme como si estuviera en casa, para emocionarme “hablando” con la gente que quería ver, para, valiéndome de la distancia, el tiempo y es espacio que me separaba de lo conocido, desnudarme emocionalmente más allá de lo que nunca hubiera imaginado, para lanzar mensajes de desengaño, para sentirme mejor y también peor, para conocerme y aprender, para darme cuenta de cosas tan maravillosas como mi dualidad norte-sur galega, para compartir mi indescriptible alegría al hacer algo tan simple, y a la vez tan lleno de significado, como cruzar un puente....



Hace muchos meses instalé en mi blog una herramienta gratuíta de estadísticas. Tras aquel exitoso mes de historias de sopresa y descubrimiento de septiembre, tras recibir emails de todo tipo, tras convencerme de que quería seguir escribiendo, tras no poder vencer mi curiosidad y diminuto y antiguo sentimiento de ser escritor, decidí cambiar unas horas del sol de California por la búsqueda de la fórmula mágica para saber cuántos, cuándo y desde dónde me visitaban. Estaba buscando la presión...


Nunca pensé que pudiera leer este blog gente desconocida. Principalmente porque todo esto va sólo de mí y lo que pasa a mí alrededor, algo sin a priori sin interés para cualquiera que no haya tenido la ocasión de verme y charlar conmigo en persona. No es un sitio de opinión y actualidad, ni de tecnología o tendencias, ni de divertidas historias para empezar la mañana con una sonrisa, ni de ningún tema especialmente interesante. La fiebre del oro no es más que el diario personal y público de un vigués-coruñés que se fue a buscar la felicidad a California, y se dio cuenta de que podía/podría/podrá encontrarla también en su propia casa.


En las últimas semanas ha habido más visitas, me han presentado a gente que leía este blog porque le recordaba a su propia experiencia en USA, u otros/as que lo siguen de vez en cuando por si escribo algo divertido...


Todos/as vosotros/as, lectores habituales o esporádicos, amigos conocidos o desconocidos, sois como mi mami con las conversaciones telefónicas semanales, o mi antiguo monitor de gimnasio con el levantamiento periódico de pesas. Me hacéis experimentar ese sentimiento de culpa y de obligación, esa presión... Y me gusta, me gusta mucho, sentir la presión de ser bloguero.


viernes, marzo 03, 2006

Dados


He pasado unos días en Cádiz, en el Carnaval. Como las fotos [flickr.com] han llegado antes que esta historia, ya sabréis el porqué del título: 16 personas, 8 amigos/as de Anita y otros/as de Alex, nos disfrazamos de dado el sábado noche.

La Tacita de Plata [wikipedia.org] es una locura colectiva durante la fiesta de la carne. Propios y extraños invaden sus calles disfrazados de las formas más dispares, dejando que la alegría y despiporre generalizado los guíe entre la gente, riendo, bebiendo, posando ante las cámaras, haciendo amigos...




Lo mejor del viaje, o al menos lo más divertido, fue sin duda el proceso de “construir” los disfraces, instrumentalizar la metamorfosis presente en la cabeza de Anita para convertirla en realidad. Es sorprendente lo bien que se organiza el personal cuando interesa. Si nos dejasen trabajar siempre con unos espirituosos a modo de combustible, entre risas y claros objetivos (en este caso, el cachondeo padre), se iban a enterar en el resto del mundo de lo que vale un peine español... Alguien se pregunta porqué el turismo es una de las principales industrias del País? Pues porque a la hora de organizar fiestas y jolgorios no hay quien nos gane. La palabra fiesta, al igual que siesta, son internacionales, las entiende todo el mundo, y son españolas.


Lo de Cádiz, de verdad, es digno de ver, no me extraña que esté considerado el mejor Carnaval de la Península, aunque hace falta una buena preparación previa para pasarse varios días de 4 de la tarde a tantas de la noche en la calle, riendo, bebiendo, posando ante las cámaras, haciendo amigos...


A pesar del dado gaditano o el romano del Halloween yankie, en realidad yo siempre he querido disfrazarme de rubia, con largas melenas y cinturón a modo de minifalda, aunque en esta ocasión tenía pensado convertirme en escocés, eso sí, con minifalda, como la rubia. Al final, teniendo en cuenta la maravillosa organización de los dados del Sur, gustosamente acepté decorar personalmente el mío y unirme al equipo rojo, con una peluca que adorna ya en el salón de mi piso coruñés.


Por qué de rubia o escocés?, os preguntaréis. Pues, lo de rubia, supongo, tendrá que ver con esa enfermedad mía con las tías rubias (altas, guapas, simpáticas, inteligentes, divertidas... alguien da más? por pedir no va a quedar) y lo de “si no puedes vencerlas, únete a ellas”. Lo de escocés, o es culpa de lo mucho que me gustó aquella peli con el prota australiano de Mad Max y Arma Letal con la cara pintada de azul, o del yankie disfrazado de escocés que se acercó antes que yo a una yankie sin disfraz, o de lo mucho que me apetece salir a la calle en falda y sin ropa interior... Vaya usted a saber!

En cualquier caso, me gusto el tema de grupo con dados y peluca. Los dados tienen 6 caras, menos que algunas personas y más que otras. Y a todo el mundo le gusta cambiar de imagen, de “cara”, tanto física como emocional, de vez en cuando. Como rezaba uno de los lemas del Carnaval: “quítate la máscara, ponte la careta”. La traducción es obvia: “sé tú mismo/just be yourself”.


Yo, posiblemente, tenga más de 6 caras. En los últimos años me han definido de casi todas las formas posibles. La verdad, soy muy distinto dependiendo con quién y cuándo: gilipollas, inteligente, tímido, alegre, inseguro, reflexivo, cuadriculado, superficial, alocado, nervioso, inmaduro, serio, formal, aburrido, tristre, vitalista, imbécil, sensible, divertido... Hoy por hoy, Cádiz o no mediante, sigo siendo todas esas cosas y alguna más que se ha quedado en el tintero. Como todos, prefiero divertido a aburrido, sensible a cuadriculado, inteligente a gilipollas, etc.


Algunos estados de ánimo, pertenecientes a las caras de mi dado que menos me gustan, puedo cambiarlos con cierta facilidad. Por ejemplo, cuando me siento algo tristre o deprimido, cuando noto que la mi energía vitalista se agota, simplemente marco y hablo por teléfono. Es decir, llamo a personas con las que me gusta charlar, reírme, compartir las nimiedades de todos los días, para recordar lo mucho que me gusta mi vida, lo afortunado que soy...


En realidad, este post no tiene otro objetivo que no sea dar las gracias a todos/as los que estáis al otro lado del teléfono (o del messenger!, o del skype!). Gracias por seguir lanzando el dado y sacar siempre las caras de mí que más me gustan. Gracias.