martes, abril 25, 2006

Coruñés del año

Seguramente ninguno de vosotros podría haber pensado que un vigués-coruñés, reconocidamente más lo primero que lo segundo, sería nombrado coruñés del año, pero es muy probable que suceda.


A mí también me ha sorprendido, no os voy a engañar, pero es innegable la existencia de una serie de argumentos a favor de mi candidatura a la medalla dorada de la Torre de Hércules.


Este septiembre cumpliré diez años en la ciudad del viento, de María Pita, de la Torre de Hércules, de la Playa de Riazor... No es que lleve casi 10 años viviendo aquí, sino que llevo casi 10 años viviendo entre aquí y allá, A Coruña y Vigo. Coincidiendo con esa señalada fecha, en el mes del final del verano, podrían adornar mi cuello de cisne o, quien sabe, incluso darme las llaves de la ciudad para abrir y cerrar a mi antojo.


Mis contribuciones al bienestar de la ciudad son numerosas. Por ejemplo, a la asociación de hosteleros, incluyendo restaurantes, bares, pubs y demás lugares de vicio y perdición, si se puede tildar de vicio y perdición al mal beber y buen comer. Mejor o peor, es indudable mi presencia en la mañana, tarde y noche de la restauración y copeteo coruñeses.


Otro ejemplo, los propietarios y arrendadores de pisos de estudiantes y no tan estudiantes, en algún caso amables caseros/as y, en otros, odiosas locas despiadadas (dicho con “cariño”) como nuestra querida y nunca olvidada Lola. He vivido en tantos pisos distintos coruñeses que “mudanza” es para mí una costumbre, una hábito, una forma de hacer, y no una simple palabra en el diccionario.


Como no podría ser de otro modo, los empleados de auto-escuelas también estaría a favor de mi condecoración. Si por ellos fuera, me darían llaves, medalla y un habitación con vistas en La Torre de Hércules. Joer, conocí A Coruña a base de exámenes del carné de conducir... a base de suspenderlos, obviamente. Por suerte, las prácticas eran muy baratas aquí, en otro caso tendría que haber atracado sucursales bancarias como me veré obligado en un futuro cercano.


Atracar entidades bancarias? Por qué? O porqué no, ya que el único motivo por el cual no he atracado ninguna es, simplemente, porque todavía no he logrado agenciarme unos panties, o dicho de otro modo, enrollarme con nadie que me los ceda. (Aprovecho para hacer una humilde llamada de socorro a las posibles voluntarias)


El verdadero motivo para darme la medalla de la ciudad, las llaves o un piso con vistas en La Torre de Hércules es que... ya las he pagado!, con creces!. Como siempre sucede, negar lo posible es llamar a una puerta esperando que no abran, y siempre abren. Entonces, para qué coño llamas?


Sí, queridos amigos, ha sucedido lo impensable, en la misma semana, dos multas de aparcamiento compuesto (sobre el césped y la acera), más el peaje por recuperar mi coche de la cárcel o depósito donde la grúa municipal suelta a sus reos. Mi Totoya encerrado, vilipendiado, separado de su dueño y sus designios durante horas. Mi economía masacrada, con números más rojos que mi sábanas cubrecama. Sabéis cómo es el rojo sobre rojo? Pues muy sangriento, una película gore de las de mucha salsa de tomate.


El vigués elevado a coruñés del año gracias a sus infinitas contribuciones a la economía local, gracias a salidas nocturnas, años de mudanzas, suspensos de exámenes de conducción despistada y, sobre todo, multas, multas y más multas. Muchas multas.


Como decía Brad Pitt encarnando a Aquiles antes de desembarcar en las hostiles playas de Troya: “La inmortalidad está a vuestro alcance...” Yo os he marcado el camino, si queréis ser merecedores del reconocimiento oficial, si queréis que acciones corrientes os conviertan en algo eterno, por ejemplo viendo vuestro numbre y matrícula en el BOP de la provincia cada semana, haced de vuestro vehículo el mejor amigo y compañero de la policía local, manteniendo una relación de amor pasional con la grúa municipal, hollando cada cada metro cuadrado de jardín o tierra, antes verde césped...


miércoles, abril 19, 2006

Haciendo País (2nda parte)

Hace algunos meses, os narraba la increíble pasión de mi familia por contribuir a la financiación de las administraciones locales en aquel post Haciendo País. Mi hermanita y yo sentimos la terrible necesidad de conducir y aparcar de forma despistada, daltónica y/o despreocupada, para así ser multados por cualquier amable agente de la policía local. Así pagamos parte de su salario, el papel de la notificación de sanción, la tinta del bolígrafo, las luces rojas/verdes de los semáforos, la pintura amarilla de las zonas prohibidas...


Otra característica familiar es la diarrea verbal. Siempre tenemos algo que decir, siempre decimos lo que nos pasa por la cabeza, a veces sin pensar demasiado en las consecuencias, porque sí. Nos gusta hablar, comunicar, expresarnos verbalmente...


En mi última entrada, Te gusta conducir, relataba algunas de las sensaciones al volante de la gente de verdad, más allá de la imagen poética y sentimental de los anuncios de la marca de las 3 letras. Una de estas sensaciones, las infinitas ganar de torturar hasta la muerte a un amante de llaves y llaveros, estaban motivadas porque alguien se dedica a rayar mi Toyota (perdón Sebas, se dice Totoya) cuando aparco de forma compuesta, sobre la acera y el césped al tiempo, en el Polígono de Agrela, cerca de mi oficina.


Cuando dije aquello de que el tipo amante de las odas al aparcamiento indecente, deshollaba la piel de mi cochecito porque sabía que nunca multaría mi coche ni ningún otro en el polígono, estaba pidiendo a gritos una multa, lo hacía de forma consciente, como ciudadano preocupado por la conservación de las zonas ajardinadas, como benefactor incansable del presupuesto local coruñés, en fin, queriendo hacer País.


Mi petición ha sido recogida con presteza, y el lunes por la mañana fui obsequiado con una preciosa notificación de multa sobre mi parabrisas. La he guardado como oro en paño, como todas las demás, esperando que me me llegue la carta certificado a mi hogar vigués, para ir con ella al banco colaborador del concello, primero atracarlo sin violencia y después pagar con el botín la sanción, luciendo una sonrisa de oreja a oreja.


No me han regalado un nuevo papelito azul por aparcar de forma compuesta, entre la acera y el césped. Me han facilitado la contribución al presupuesto local por no haber podido cortar el césped!. Por algún motivo, ha tocado adecentar las malas hierbas que mi coche cubre cada día coincidiendo mientras las cubría.


Sin embargo, a pesar de mi infinita e incuestioble generosidad , en esta ocasión voy a reclamar la sanción. No pueden multarme por no haber cortado el césped bajo mi coche, porque bajo mi coche ya no crece el césped! He aparcado tantas veces ahí que sólo hay tierra, no hierba ni césped! Qué injusticia!


Por favor, si algún policía local coruñés lee este post, recuerde que como siga recogiendo papelitos azules de mi parabrisas con esta increíble frecuencia, tendré que dejar de salir los fines de semana, por lo que la hostelería coruñesa sufrirá un terrible revés. Los pubs se verán obligados a cerrar ante el terrible descenso de consumo de whisky y refresco de manzana, y en lugar de dedicarse a servir garrafón deluxe en tubo de vidrio, sus camareros tendrán que lanzarse a la calle a trabajar como aparcacoches rebeldes, por lo que ya no habrá automóviles sobre los pasos de cebra a los que poder multar, y los amables policías perderán también su trabajo y mayor afición.


Por mi parte, prometo dejar en breve de escribir chorradas cada noche en este blog, para poder levantarme antes, llegar muy temprano a trabajar y aparcar en doble fila, solamente encima de alguna acera, en lugar de impedir que los hierbajos del polígono reciban la salvadora luz solar.


Y pensar que antes criticaba el empeño de Paquiño Vázquez en ocupar la jornadaba completa de 2 policías locales para custodiar la bandera de España de Riazor... Paquiño, no podrías volver a ser alcalde? El nuevo ha retirado a los 2 policías que cuidaban la bandera. Además, el viento la ha tirado y a mí esos 2 me ponen todas las multas necesarias para financiar su reparación... Pagar multas para contribuir al cuidado de jardines está bien, es razonable, pero para arreglar una bandera en medio de la playa...

miércoles, abril 12, 2006

Te gusta conducir?

¿Quién de nosotros no experimenta una profunda emoción al ver los anuncios de “Te gusta conducir”? En ellos, casi podemos acariciar el volante de cuero en las curvas, casi es posible sentir la suave brisa en el pelo a través de la ventanilla medio bajada, vemos la lluvia en el parabrisas y escuchamos el acompasado ritmo de los limpias, nos acaloramos con el sol que se va ocultando poco a poco en el horizonte, recorremos kilómetros y kilómetros en pocos segundos a los mandos de las sensaciones con ruedas, que no coches, de los anuncios del fabricante de las 3 letras... Cómo no nos va a gustar algo así? Parece imposible no disfrutar al volante de un BMW...


Ah, cierto! Si habéis leído alguna historia pasada de este blog, ya sabéis que en mi familia no tenemos el gen de gusto por la conducción. Ya sabéis que conducir es un coñazo, una pérdida de tiempo para ir de un sitio a otro, algo que sólo sigue vigente por el lento desarrollo del teletransporte a través del ciberespacio. Entonces, por qué?


Pues... quería probar vuestra pasión irracional por ese anuncio, ya que tengo un mensaje revelador para aquellos que estaban babeando al imaginarse dentro del coche: chavales, el tío del anuncio nunca ha conducido o, al menos, no ha experimentado el tener coche como el resto de los mortales, porque si fuera así, el anuncio sería muy distinto.

Los mortales, como un servidor, aunque no sea este servidor el mejor ejemplo, vivimos otro tipo de “sensaciones” al volante. Os cuento algunas de las mías la semana pasada, a ver si identificáis alguna con las del anuncio:

  • Horror, intención de practicar robos con intimidación e interés en la destrucción del Planeta.
Lo primero, al ver la factura inicial de mi revisión de 30.000 Kms (para los críticos, por cierto, sin un solo accidente todavía) por un total de 317,98 €. Lo segundo, mientras caminaba hacia la caja del concesionario, pensando dónde comprar el pasamontañas, o con quién acostarme para agenciarme unos panties, y qué sucursal de banco atracar. Y lo último, al fijarme en las líneas de factura, concretamente en los 123 € de la gestión de residuos, planificando mi baja como socio de GreenPeace y sumar el vertido ilegal de aceite a la lista de acciones en contra de la conversación del medio ambiente. Cómo no va la gente normal a tirar el aceite usado en medio del monte? Lo raro es que no vayan hundiendo petroleros como protesta ciudadana, 123 €!!??
  • Ganas tremendas de besar hasta la extenuación a una desconocida y renacida fé por la práctica activa del ecologismo.

Principalmente, cuando la chica de la caja, antes de pagar, me comunicó que la gestión de residuos eran 3 € y no 123 €, tras lo cual la hubiera invitado a visitar mis sábanas coruñesas un número indeterminado de veces. Además, qué pedazo de animal, bestia inconsecuente, bruto sin remedio, descerebrado, cafre jefecillo de bandas de skinsheads, puede verter residuos contaminantes en un paraje natural? Yo soy un ciberactivista en pro de la lucha ecologista. Pero qué Planeta queréis dejarle a vuestros hijos!?

  • Odio infinito, ganas de torturar lentamente y hasta la muerte a un conserje gestor de llaves y llaveros.
Soy un tío tranquilo, no me enfado de verdad (fuera del trabajo) desde hace más de 2 años, no he pegado nunca a nadie que no me pegase antes, y lo único que he (casi) torturado en mi vida son las garrapatas que plagaban a mi perro cuando yo tenía 16 años. Eso sí, cuando veo un nuevo rayazo, claramente causado por una llave, en la parte izquierda de mi coche, por unos segundos quisiera encarnarme en un mix de Jack El Destripador, el asesino de Bambie y Gargamel el de Los Pitufos (o lo destripo o lo mato de risa, según me dé).

Hay un personaje masculino, y tiene que ser tío pq las mujeres no son tan gilipollas, que lleva semanas rayándome el coche. Se ve que le molesta mi aparcamiento compuesto (sobre el césped y la acera) cerca del trabajo, pero sabe que la grúa no se llevaría mi coche ni ningún otro del Polígono, por lo que disfruta deshollando lentamente el gris mica de mi Toyota. Lleva por lo menos 6, el último en la parte delantera antes virgen, porque la puerta del conductor y parte trasera parecen ya un pentagrama musical esperando por las notas. Supongo que no sabe música y quiso empezar otro pentagrama en la parte delantera, para después invitar a otra colega a componer una oda al aparcamiento indecente.

Buff, seguiría, porque me falta el impuesto de circulación, la rueda de repuesto que ya no tengo gracias a una piedra enorme en el camino que no supe o pude esquivar, la vez que me echaron “sin plomo” en lugar de diésel e hice 180 kms antes de darme cuenta, porqué me compré un coche si no me gusta conducir y muchas, muchas más.


Sinceramente, he conocido más gente que, en su momento, se compró un coche porque seguía viviendo en casa de sus padres a los veintitantos, y necesitaba “cuatro paredes” donde contemplar las estrellas con su novia desde cualquier mirador, que gente apasionada por la conducción, enamorada de girar el volante suavemente en las curvas o contemplar el paisaje mientras el sol se pone.

Te gusta conducir? La verdad, prefiero que me lleven.

jueves, abril 06, 2006

Pues va a ser que no

Lo sabía desde hace ya algunas semanas, pero quería esperar a que fuera oficial para contarlo.


Cuando llegué a USA no tenía muy claro porqué estaba allí. Cuando decidí marcharme, lo hice porque sabía lo que no quería, para darme tiempo y pensar. Me escapé de mi vida a este lado del Atlántico, lo suficientemente lejos para vivir otra. Me escapé de mí mismo, más que de ninguna otra cosa. Existían sentimientos que no me podía controlar, llegué a sentir incluso miedo a estar asustado para siempre. Cogí tres aviones y pasé 27 horas sin apenas dormir para ver por primera vez, la misma tarde de mi llegada, el Océano Pacífico. Me escapé de mí mismo y de todos/as los demás.


Mi primer día en la ALI (American Language Institute) o, mejor dicho, la primera semana, no dejamos de hacer tests. Sorprendentemente, mi nivel de inglés, sobre el papel, era muy alto. Me dieron la posibilidad de inscribirme en 3 asignaturas de la University of San Diego State (SDSU), además de cursar las del pre-MBA del ALI. Cuando fui realmente consciente de qué iba aquello, me refiero a lo académico, mi espíritu competitivo despertó, me puse a preparar el TOEFL (como el Advanced, pero yankie) y tuve un muy buen resultado a pesar haberme presentado tras sólo 3 semanas allí.


Solicité la inscripción en varias asignaturas de los dos últimos cursos de la SDSU, pero no tenían plazas libres para extranjeros. Me vendí bien, escribí un email de esos con “buena letra”, y conseguí entrar en Marketing of Technology, una del MBA de la SDSU. Destacaba en ella porque muchos de mis compañeros no sabían casi nada de tecnología, mientras para mí es parte de mi trabajo. Me crecía por momentos.


Tras un mes en San Diego, un viernes por la mañana teníamos el primer ensayo del examen importante, aquel por lo que teóricamente estaba en USA. Fui de resaca porque una de mis amigas alemanas, Mandy, me hizo chantaje emocional el jueves noche, para “forzarme” a salir con ella por ahí. Salimos los dos solos. Volvimos a casa dando algunos tumbos y riendo, contándonos historias de pasados novios/as, líos, infidelidades y demás cuentos a las tantas yankies. Hice un examen-ensayo cojonudo.


Dos semanas después, otro ensayo, de nuevo en viernes. Quería ir tras haber dormido, pero no pudo ser y volví a ir de resaca. Lo hice igual. Salíamos mucho por las noches. Los garitos cerraban temprano y no bebíamos demasiado. Al día siguiente casi podías levantarte para ir a clase, aunque yo elegí bien las mías y no tenía ninguna los viernes.


La fecha de mi examen, el de verdad, la elegí para finales de noviembre, el día antes a que llegase Jota. Lo hice mucho mejor de lo normal, aunque salí cabreado porque hubiera podido hacerlo incluso mejor, de verdad. Fue el mejor GMAT de la ALI. No es que yo sea muy listo, no lo soy. Lo que comprobaba esa especie de test de inteligencia que es el GMAT, eran cosas que a mí se me daban bien, porque sí, como quien hace la "U" con la lengua.


Durante unos días, mis compas y profes me hicieron sentir más listo de lo “normal”, pero ni lo era ni lo soy, simplemente se me daba bien aquel tipo específico de examen. Sin embargo, no estaba especialmente contento. Yo no había ido a Yankilandia para aquéllo, lo había hecho tan solo porque me picó la curiosidad, como tantas otras veces, de saber hasta dónde podía llegar. Tenía ganas de disfrutar mis últimas semanas allí y lo hice con Jota, visitando LA, Las Vegas, Grand Canyon, saliendo casi cada noche por San Diego para vivir los mercados de carne yankies...


Antes de volverme, ya tenía decidido aprovechar mis notas del GMAT y TOEFL, además de mi buen rendimiento en Marketing of Technology, para solicitar el acceso a un par de MBAs del top ten mundial. Pasé unas cuantas horas en internet y me decidí por Stanford y el MIT, por eso de especializarme en entrepreneurship y seguir pegado a la tecnología. Al fin y al cabo, ya había creado, con mucha otra gente, una empresa de tecnología en España. Me parecía que mi perfil, de tío inquieto y, en lo profesional, amante de la palabra y los discursos aparentes, podría encajar con lo que buscaban en este tipo de postgrados. Apunté muy alto porque siempre es mejor caerse de muy arriba, se aprende más, ya sea llegando arriba del todo o tocando fondo, o eso creo yo.


Mis primeros días en España, en diciembre, tras ser recogido en el aeropuerto de Santiago por toda mi pandilla viguesa, no dormí nada bien. En parte, por el jet-lag, en parte, por desagradables recuerdos ahora ya casi olvidados. Durante unos días sentí el mismo miedo que antes de irme. Con el tiempo se me pasó, me dí cuenta de lo afortunado que soy, y me convertí en el tío optimista y alegre de los últimos meses.


Me han dicho varias veces en los últimos días que repito demasiado lo contento que estoy, lo mucho que me gusta mi vida... Realmente no es para tanto, simplemente estoy contento e intento compartirlo. Cuando lleguen las vacas flacas ya os tocará sufrirme, así que aprovechad ahora mientras casi todo son risas y cachondeo.


Al final no solicité el acceso al MIT, no me dio tiempo. Sólo escribí ensayos para Stanford, sólo busqué cartas de recomendación para ellos. Más de 200 euros para ser evaluado y recibir una respuesta negativa sin explicaciones. Sabía desde hacía algunas semanas que sería así, porque si pensaran aceptarme tendrían que haberme entrevistado antes de llegar al mes de marzo.


El viernes pasado ví finalmente el NO oficial de Stanford, con la explicación clásica, la misma para los 5.000 rechazados, sin motivos, tal y como todos los applicants sabíamos que podríamos recibir.


Siendo sincero, pensé que me deprimiría al ver ese NO oficial, pero no ha sido así. Supongo que mi estado inexplicable y maravilloso de casi continua alegría me ha salvado. Estoy en uno de esos momentos en los cuales hubiera acogido con infinito entusiasmo el tener que volverme a California a finales de agosto, para cursar dos años de MBA en Stanford, una experiencia seguro inolvidable; pero también estoy muy contento de quedarme, al menos, un año y pico más en España.


Vivir y seguir viviendo, en Stanford, aquí o en Cuenca. Si es alegre y contento, mejor que mejor, no?